20.11.10

k.457

Suena la k.457 de Amadeus. Miro por el gran ventanal, ajena a lo que ocurre fuera. Veo coches, buscando una ida sin retorno. Todo es sereno, pero dentro de mí no oigo nada, estoy tan vacía que si muriera ahora mismo ni lo advertería. El piano llega a su clímax, mientras los cipreses se mecen con la suave brisa exterior. Es como si el tiempo se hubiera detenido en las cavidades de mi cuerpo (pienso mientras intento encontrar algún indicio de latido en mi pecho), y el resto del mundo siguiera su curso ahí fuera. Mi, fa, do, sol, do.


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